Cocina Chilena, en las buenas y en las malas.

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Día de la Cocina Chilena Abril 2014

“Que
rico son los granados

Con
pilco y mazamorra

Allá va
que plato más jugoso

Caramba,
con un poquito de cebolla

Mi vida
y que rico son los granados

Los
porotos con mote,

Con
chicharrones
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Para el
roto chileno

Son los
mejores

Son los
mejores, ay sí

Me hai
vuelto loco

Con un
plato de pan trucas

Y otro
‘e porotos

Con el
poroto ballo

Doy vuelta el año.”

Estela Castillo, cantora
campesina.

En “Canto
palabra y memoria  campesina.

Isabel Araya Olmos
Patricia Chavarría Zemelman
Paula Mariángel Chavarría.
Una de las muchas variedades de porotos que hay en Chile. Foto de Anabell.

Hoy 15 de Abril es el día de la
Cocina chilena
,  día que se viene conmemorando desde hace algunos
años.

Este
2014, nos pilla con varios acontecimientos que tienen a un gran número de
compatriotas afectados. Primero un terremoto en el norte, ahora un gran
incendio en Valparaíso.

Claramente no están los ánimos para celebraciones. Los
tiempos están para solidarizar y colaborar, cada uno verá el cómo, cuándo y dónde.
Un simple té o un mate con pan basta.

Así y todo sigue siendo el Día de la Cocina Chilena, y
quizás sea bueno recordar que en nuestra historia nuestras cocinas siempre han
estado presentes, en las buenas y en las malas.
 Cocina de Campo, despues de otra “emergencia”. Foto de Anabella.

En nuestros campos las
cantoras populares y las comidas estuvieron (y aún están en algunas partes) ahí.
 Sea para celebrar algún acontecimiento,
para acompañar en los malos momentos o animando largas jornadas de trabajo colectivo
solidario. En ocasiones  las cantoras
pasaban varios días guitarra en mano. Un
día, tres días, cinco días, sin parar. Acontecimientos donde no faltaría jamás comida
y bebida,  ni respeto; sea que acompañaran
hechos tristes o alegres. Nada de paga, iban por  comida y bebida.



Cada cierto tiempo y a pesar de la modernidad, estas
expresiones populares afloran. En el campo, por ejemplo; aún en funerales de
campo, la comida acompaña y reconforta a lo largo del velorio que dura dos días.
Ahí se reparte comida a los amigos y familiares que acompañan. Caldo caliente en
medio de la noche y otras preparaciones para el almuerzo, se reparten cigarros
y vino o algún “guarisnaque o fuerte”.
 En
otras situaciones complejas lo primero que se juntaba era harina, para llevar a
los afectados; porque el pan no pude faltar, y aún sin tener una cocina se
pueden preparar tortillas de rescoldo o churrascas; que con un tecito o mate ya
abrigan la tripa y el alma. También salvan las papas y la chuchoca, con ellas el
“puchero” está asegurado.

Antiguamente
en los velorios de “los angelitos”  se
mataban chanchos, se daba comida, vino y había harto canto, la toná y la cueca del
angelito. Los que acompañaban a la familia eran bien alimentados, retribuyendo
con eso la presencia solidaria y los innumerables rezos que no cesaban durante
toda la noche.

                          Mujeres cocinando en una Trilla, La Quebrada de Marchigue. Foto de Anabella.

No todo
es tristeza y sollozos, también hay ocasiones más alegres, ligadas a las
siembras y cosechas, las trillas donde se juntaban los vecinos y todos ayudaban
a cortar el trigo con echonas -no con máquinas como se hace en estos tiempos-, después
viene la emparvada. Las mujeres pegadas a los fogones, preparando almuerzo para
todos los que colaboran, no hay pago de por medio; se retribuye con comida abundante
y vino. Al anochecer, otra comida, ahí aparecen las cantoras y los pañuelos. Se
arma la fiesta, se celebra, comiendo y balando cuecas. Los platos de trilla
varían de una región a otra, por la región de Coquimbo, hervidos, ensalada y
una presa con arroz; por lo región del Libertador son cazuelas de albóndigas y
así en cada lugar hay un plato reconfortante. Mote y huesillos suele ser el final
del almuerzo.

La
celebración de San Juan, por el sur era todo un acontecimiento, llega hasta nuestros
días el célebre “Estofado de San Juan”, que ha vuelto a cobrar vigencia estos
últimos años más allá de sus fronteras originales. En otras partes el San Juan
era celebrado con chancho papas y vino, matizando la procesión, con comida y
canto, marizando con las décimas de San Juan.
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Se
celebraban otros santos y se pagaban las mandas, San Sebastián, las Carmenes y
muchos otros. Las procesiones eran habituales y luego se seguía con almuerzo o se
daban onces, y se  terminaba con la comida,
pasando al canto y al infaltable baile con cuecas.

Los
casamientos duraban el día entero, y como en las grandes celebraciones se
partía con empanadas y luego una seguidilla de platos; eran tiempos en que en
las casas se comenzaba a afanar tempranito en la cocina para preparar el caldo,
la entrada o ensalada, seguido del plato de fondo y el postre. Al atardecer
ponches, roscas, queques y vino (esto por el sur).


¿Qué me
hizo recordar estas cosas?

Ayer,
un grupo de solidarios amantes de las cocinas chilenas partió rumbo a los
cerros de Valparaíso, integrantes de PEBRE –Corporación por las cocinas de Chile-
en vez de realizar la actividad de celebración planeada para el día de la
cocina Chilena, decidieron sumarse a tanto voluntario que acudía a colaborar
después del incendio.  Cuento corto,
partieron haciendo compras, recibiendo aportes silenciosos y enrumbaron al
puerto a cocinar; para terminar al atardecer repartiendo comida caliente, y
sabrosa. Hoy la cosa va por las mismas…

Recuperando
con esto cosas que antes eran habituales, espíritu solidario y los mingacos o
mingas otrora tan comunes.  Esta minga no
fue para cosechar papas, o limpiar canales, tampoco para trasladar una casa de
lugar o techar otra, esta vez es para acompañar, dar consuelo y alimentar a quienes
se quedaron literalmente en la calle.

La Cocina
Chilena sigue ahí, en las buenas y en las malas.
Reconforta, alimenta y hace
brotar más de una sonrisa, anima.



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